EL BUEN CAMINO
ÍNDICE
1 LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL DEL SER HUMANO
2 VIDA INTERIOR
3 JUSTO DISCERNIMIENTO
4 LABOR MENTAL
5 EL SER HUMANO INTEGRAL
6 LA LIBERACIÓN Y EL CAMBIO
7 LIBRE ALBEDRÍO
8 VIDA ESPIRITUAL
9 ACTO DE PRESENCIA
10 LA FE Y LAS CREENCIAS
11 VIDA SANA
12 MODO DE ORAR
13 APERTURA MENTAL
1 4 PARTICIPACIÓ NACTIVA
1 5 EGOENCIA
16 LA VOCACIÓN ESPIRITUAL
LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL DEL SER HUMANO
Primera Enseñanza
Los seres humanos no somos autómatas dirigidos únicamente por las acciones y reacciones químicas de nuestro organismo. Además de las formas visibles, de las células y tejidos, poseemos magnetismo, emociones, ideas y, por sobre todo, la condición de seres espirituales.
Estamos constituidos por el cuerpo físico, el cuerpo anímico y el Espíritu. Nuestro cuerpo anímico –emocional y comprensivo– es sólo un vehículo del Espíritu. Necesitamos constatar esta realidad para alcanzar una felicidad genuina y duradera.
La fuerza que sostiene la vida es un campo inmenso aún ignorado. La ciencia, trabajosamente, intenta penetrar en ese campo con algunos resultados. Diversas escuelas de psicología y medicina psicosomática –entre muchas otras disciplinas– resumen los esfuerzos de los científicos en sus tentativas para conocer al ser humano integral.
La necesidad de darle una dimensión espiritual a nuestra vida es tanto más urgente cuanto más comprobamos que, a pesar de los avances en el campo de la biología, en el desarrollo de técnicas quirúrgicas, en la medicina preventiva y en el diagnóstico de las enfermedades, en el conocimiento de los procesos mentales y en los tratamientos psicológicos, los seres humanos seguimos padeciendo.
Somos, por nuestra naturaleza esencial, un ente espiritual destinado a la inmortalidad. Pero como nuestro ente espiritual actúa tanto en el plano anímico como en el físico, disponemos de un libre albedrío que nos determina. Podemos hacer el bien o el mal; podemos esforzarnos o estancarnos. En otras palabras, disponemos de nosotros mismos. El libre albedrío es una facultad intrínseca a nuestra condición de seres espirituales. Es lo que caracteriza al alma y se revela a través de nuestra conducta y de las obras que realizamos.
Así como la gota de rocío refleja el sol, en cada uno de nosotros está depositada una centellade lo divino: el Espíritu. Fuimos determinados para ser una imagen de lo divino; pero nuestros sentidos, que por un lado nos permiten desenvolvernos, por el otro nos dan mensajes contradictorios que desarmonizan y alteran nuestra alma.
Los medios con que contamos para desenvolvernos son el esfuerzo de la voluntad y el don de la Gracia Divina.
Por el recto esfuerzo de la voluntad clarificamos y purificamos a nuestros pensamientos y sentimientos y nos hacemos acreedores al don de la Gracia Divina.
Por el don de la Gracia Divina llegamos a reconocer el Espíritu, el bien de las experiencias pasadas y recibimos orientación de las almas que ya han recorrido el Buen Camino del desenvolvimiento espiritual.
EL BUEN CAMINO - 12/2010
VIDA INTERIOR
Segunda Enseñanza
Para poder actualizar la condición de seres espirituales es indispensable que nos reconozcamos a nosotros mismos en forma íntima y profunda.
El germen de eternidad está en nosotros. Cuanto menos sobresalto, zozobra y desorganización haya en el ambiente en el que nos movemos, más se clarificarán os pensamientos y sentimientos que albergamos y más comprenderemos la inmensidad de nuestro destino.
Si nuestro objetivo es tener más y más, ¿qué felicidad esperamos encontrar cuando ya lo poseamos todo y no podamos abarcar más? ¿Es el camino hacia el materialismo lo que nos dará la libertad que anhelamos?
Los seres humanos de hoy contamos con un bajo nivel de libertad interior: estamos envueltos en objetivos que no siempre secundan el anhelo de liberación y determinados por estructuras mentales que alienan nuestra noción de ser. No estamos aún en condiciones de elegir nuestro destino con libertad y responsabilidad.
Es indispensable que tomemos distancia del torbellino materialista y que sepamos armonizar la actividad exterior con el recogimiento necesario para desenvolver nuestra vida espiritual. Necesitamos emprender El Buen Camino del desenvolvimiento espiritual.
Si bien todos tenemos anhelos espirituales, no nos es fácil ser fieles a nuestra aspiración y actuar en consecuencia. Los discursos, las prácticas y los libros se vuelven vanos y cansadores si nosotros mismos no hacemos vida espiritual, recogiéndonos y experimentando las enseñanzas que recibimos.
Al recogernos interiormente nos encontramos a nosotros mismos; volvemos a pensar, a intuir, a amar y a buscar a Dios. Aún más, descubrimos que ese Dios, tan buscado y tan poco conocido, tan vivo y tan abstracto al mismo tiempo, está en nuestra alma. Allí encontramos el vínculo que nos comunica con lo divino.
A pesar de que estos conceptos son muy simples no siempre son fáciles de comprender, porque estamos educados para la acción exterior continua, para obtener resultados prácticos e inmediatos. Pero algunos logramos salir de esta corriente y descubrir el valor de detenernos para observar dentro de nosotros mismos, y allí buscar a Dios.
Descubrir la necesidad de conocernos a nosotros mismos es haber encontrado el Buen Camino de la vida espiritual, es haber descubierto el secreto de la paz y la felicidad.
EL BUEN CAMINO - 12/2010
JUSTO DISCERNIMIENTO
Tercera Enseñanza
Cuando decimos que tenemos que apartarnos de lo mundano para empezar nuestro camino de desenvolvimiento, pareciera que estableciéramos una barrera entre nosotros y el mundo. Pero en realidad no hay tal barrera. Apartarnos de lo mundano, cambiar de vida, retirarnos a la soledad, son expresiones que indican un cambio de actitud mental, un cambio en la forma de encarar la vida, un cambio en nuestro punto de vista.
Apartarnos de lo mundano es la expresión que usamos para referirnos al esfuerzo que hacemos para ir del estado de conciencia personalista y egoísta al estado de participación y generosidad. Si lo interpretáramos de otra manera, en lugar de superar las barreras de la separatividad e ignorancia, crearíamos otras nuevas.
Podemos estar en un lugar solitario y no tener paz interior, y podemos estar en una bulliciosa ciudad en perfecta contemplación. Por ejemplo, es posible pasar delante de innumerables letreros destinados a despertar la codicia, la lujuria o la banalidad, sin prestarles atención cuando no nos interesan. Podemos estar privados de estímulos visuales y tener la mente llena de imágenes que nos producen gran desasosiego. El secreto del cambio de actitud consiste en pensar y dirigir la atención de un modo deliberado, con el objeto de expandir nuestro estado de conciencia. De esta manera nos apartamos de lo mundano (la actitud personalista y egoísta), ya que nuestra mente se mantiene centrada en un objetivo espiritual.
Cuando clasificamos nuestras preferencias respecto de las prácticas de vida espiritual –contemplativa, devota, especulativa, operativa– lo hacemos sólo con un fin didáctico para aprender, por un lado, a valorar características individuales y, por el otro, a observar los efectos que producen las prácticas que fomentan un desarrollo parcial del ser humano. Desde este punto de vista nuestro objetivo es desenvolvernos armónicamente: equilibrar el sentimiento y el análisis con la acción recta, justa y compasiva. Mientras no alcanzamos esta armonía tendemos a volcarnos más en un aspecto de la vida que en otro.
Cada uno de nosotros necesita desarrollar tanto sus características individuales como su capacidad de armonizar con los grupos con los que se relaciona. Ésta no es tarea fácil. A veces nuestras características particulares nos hacen entrar en conflicto con las de otros; otras veces, personas muy dominadoras manejan a otras más débiles. Hace falta un cierto grado de autoconocimiento, nobleza y generosidad por parte de todos para que podamos desenvolvernos tanto los grupos como sus integrantes.
Cada uno de nosotros tiene su molde característico y sólo en ese molde puede desenvolverse. Nuestra labor espiritual consiste en conocer, pulir y transformar nuestro molde, no en cambiarlo por otro.
Si nuestra dificultad consiste, por ejemplo, en que no podemos meditar ni concentrarnos en ninguna idea en particular, lo que probablemente necesitamos hacer es descansar la mente, vaciarla de las distracciones que la inquietan, fijando el pensamiento y la atención en ideas muy simples, en imágenes que promuevan la quietud. Este descanso mental es nuestra meditación. Si no podemos descansar la mente de esa manera, ocupémosla en algo concreto, positivo, enaltecedor. Esos pensamientos activos, bien dirigidos, serán entonces nuestra meditación.
La vida espiritual embellece la vida cotidiana y trae paz y sosiego a los que nos rodean; nos enseña a dar valor a los bienes interiores, fortalece nuestras buenas tendencias y dirige hacia el Buen Camino las energías que generalmente malgastamos en objetivos intrascendentes.
EL BUEN CAMINO - 12/2010