La naturaleza de Dios

Escrito el 15/04/2020
Néstor Maceira | Cafh Argentina


Pudiera ser
Que haya muchos dioses.
Pudiera ser
Que haya dioses perezosos que no creen universos.
Dioses narcisistas que tan sólo disfruten de sus cielos eternos,
De sus inefables estados de perpetua gracia.
Nunca tendremos noticias de esos dioses.
Porque los universos que pudieran haber engendrado, no existen, nunca fueron.
Pero hay al menos un dios
Que sale de su divino letargo,
De su cielo eterno.
Ese dios de pronto se despereza.
En ese dios se enciende algo distinto.
En ese dios surge algo así como una primera idea,
Como la semilla de la semilla de una idea.
En ese dios hay algo que es como un movimiento,
Algo inédito en su naturaleza de eterna beatitud.
Ese dios entonces estornuda,
Y ese estornudo cósmico
Pare un universo,
Estalla en un universo.
Ese dios curioso explora otra posibilidad:
Ese dios se despliega a sí mismo en un universo de espacio y tiempo,
De galaxias,
De soles,
De planetas,
De seres biológicos,
De hombres,
De pensamientos,
De creaciones.
Ese dios nos da lugar,
Se hace nosotros,
Se observa hecho tierra, fuego, agua y aire,
Se observa hecho pensamiento, amor, espíritu y materia.
Creando en su expansión todo lo que llamamos existencia.
Somos ese dios manifestado.
¿Qué otra cosa podríamos ser?
Ahora, ¿por qué hace semejante cosa este dios?
Porque es su naturaleza.
Francamente no creo que existan esos otros dioses no creadores.
Porque existir sin existencia es una contradicción absurda.
O en todo caso,
Una abstracción imposible y vana.
Entonces
Sólo podemos tener noticia de estos dioses: los que crean universos.
Creo que, finalmente, esa es la naturaleza de los dioses.
Tampoco sé, ni podríamos saber, si hay otros dioses de este tipo y otros universos generados.
Los físicos dicen que podrían existir universos paralelos.
En fin, sean universos creados por distintos dioses o por un mismo dios multiespectral, la cosa no tiene relevancia porque queda siempre en el campo de nuestra humana especulación.
Lo cierto es que hay este universo,
Y que en él hay conciencia:
La capacidad del universo de verse a sí mismo,
Al menos a través de las criaturas biológicas,
Al menos a través de esta clase particular de criatura que somos.
No hay error en todo esto.
No hay error en nuestros aparentes errores.
Ni aun en nuestros desaguisados más profundos.
Sólo la expresión de este tipo de dios:
Un dios creador,
Un dios cuya naturaleza es no sólo el cielo, el nirvana, la perfecta beatitud,
El celestial e imperecedero samadhi,
Sino también
Esta azarosa condición de existir,
De multiplicarnos en infinitas formas
Que cumplen ciclos de permanente creatividad y variación,
Que parecen aparecer y desaparecen pero que en verdad solo fluyen,
Cambian,
Se mueven,
Bullen.
Vida notable, maravillosa, expansiva,
Multiplicándose a sí misma todo el tiempo,
Aprendiéndose y gozándose en sí misma,
Y reposando al mismo tiempo en la serena contemplación del dios en estado potencial
Que sigue presente dentro de sus bulliciosas formas.
Como un universo que si bien se desplegó,
Conserva en ese despliegue su naturaleza original
Encerrada en el corazón de cada una de sus partículas,
Como un oasis al que en cualquier momento podemos volver,
En el cual podemos reposar,
Y recuperar
El estado de beatitud
El cielo perfecto
Que sigue vivo en nuestro interior
Y en el de cada una de las criaturas vivas
Y, tal vez,
De cada gota de agua y partícula de tierra
Del cuerpo de este dios
Inquieto, curioso y hacedor.

Néstor O.  Maceira